El deseo de los clientes era hacer una reforma de su vivienda manteniendo la esencia del espacio que más le gustaba, su rincón exquisito: el porche. En el estado original, el porche era el único espacio de la casa que disfrutaba realmente del mar. En el solían organizar comidas con visitas, sobre todo en época estival.
Sin embargo, el resto de la vivienda- de apenas 43m2 de ocupación en planta- quedaba relegada, cerrada a las vistas y con falta de confortabilidad.
Conectando el deseo de los clientes y sus reducidas dimensiones ¿por qué no extender el placer de este rincón tan especial al resto de la vivienda?
Consecuentemente, se abrió la fachada hacia al mar con una gran cristalera que asegura las visuales desde toda la planta baja.
Se cambio la distribución por una nueva organización espacial que gira en torno al centro neurálgico de la casa – el lugar originalmente preferido de los clientes: su rincón exquisito-.